Preparada y publicada por la Asociación Ministerial de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día
ASOCIACIÓN CASA EDITORA SUDAMERICANA
Av. San Martín 4555, 1602 Florida
Prov. de Buenos Aires, Argentina
Puntos clave
Título del original: Seventh-day Adventist Minister's Manual,
Asociación Ministerial de la AG de la IASD, Silver Spring, MD,
E.U.A., 1992.
Editor: Aldo D. Orrego
Traductor: David P. Gullón
Tapa: Hugo O. Primucci
IMPRESO EN LA ARGENTINA
Printed in Argentina
Primera edición
MCMXCV - 3,5M
Es propiedad, © ACES (1995).
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723.
ISBN 950-573-524-3
Nota
268 Iglesia Adventista del Séptimo Día, Asoc. Ministerial
IGL Guía de procedimientos para ministros - 1ª ed. - Florida (Buenos Aires):
Asociación Casa Editora Sudamericana, 1995.
351 p.:20x14 cm.
ISBN 950-573-524-3
I. Título - 1. Instrucción religiosa.
Impreso, mediante el sistema offset, en talleres propios.
101095
–36815–
La Guía de procedimientos para ministros fue revisada por última vez en 1977, pero el manual básico fue escrito muchos años antes. Desde su redacción original ocurrieron cambios dramáticos en el ministerio, por lo que se sintió la necesidad de tner una guía totalmente nueva y no meramente otra revisión. Con gratitud reconocemos la ayuda de quienes contribuyeron a preparar esta guía en alguna de las siguientes cuatro fases.
Investigación: Los secretarios ministeriales de las divisiones mundiales eligieron en sus campos a pastores con imaginación y creatividad, quienes nos enviaron ideas que podrían incluirse en la nueva guía. Se hizo una búsqueda minuciosa en la revista Ministry. Los archivos de Floyd Bresee aportaron ideas recogidas durante más de 40 años de ministerio. Por supuesto, también se estudió el manual anterior, juntamente con el Manual de la iglesia y el General Conference Working Policy (Reglamentos de la Asociación General).
Redacción: Floyd Bresee escribió el manuscrito original con la competente ayuda de las secretarias Gwen Brown, Kathy Reid y Debra Hill. La redacción principal del manuscrito estuvo a cargo de John M. Fowler.
Lectura: Se envió el manuscrito a un comité mundial de lectura compuesto por 100 pastores, secretarios ministeriales y administradores para que sugirieran cambios, muchos de los cuales se incorporaron en esta guía. La aprobación final estuvo a cargo del equipo interno de la Asociación Ministerial de la Asocación General: W. Floyd Bresee, Carlos Aeschlimann, Ellen Bresee, Rex D. Edwards, John M. Fowler, J. David Newman, Sally Streib, Martin Weber y Jim Zachary.
Publicación: Rex D. Edwards dirigió el diseño, Ann Taylor lo pasó a la computadora y Jim Zachary se encargó de su impresión y distribución.
Muchas otras personas dieron sus opiniones y dedicaron tiempo. Vaya a todos ellos nuestro más sincero agradecimiento.
W. Floyd Bresee,
Secretario de la Asocación Ministerial de la
Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día,
1º de septiembre de 1992.
Todos los miembros de la iglesia son llamados al ministerio, pero para algunos hay un llamado a un ministerio de tiempo completo como vocación. Este manual fue preparado para ellos.
Cada pastor adventista necesita por lo menots tres manuales:
Ningún pastor debería suponer que puede desempeñar su tarea sin estos tres libros. Los pastores que deseen tener determinadas páginas para usarlas en servicios especiales, pueden fotocopiarlas.
Como se supone que el pastor tiene un ejemplar del Manual de la iglesia, las citas de ese manual serán menos extensas que las que aparecían en el Manual para ministros anterior. Sin embargo, como es la fuente de mayor autoridad, en algunas secciones de esta guía se citará con frecuencia el Manual de la iglesia. Dichas referencias se harán sólo citando el número del capítulo, ya que la paginación cambia con las ediciones que se hacen cada año y con las versiones en otros idiomas.
Mucho de esta Guía de procedimientos para ministros se aplica a todos los ministerios de la iglesia. Sin embargo, su enfoque principal es el ministerio pastoral, con la esperanza de que los ministros que se especializan en otros campos también se beneficien.
En muchas partes del mundo la Iglesia Adventista del Séptimo Día tiene mujeres que asisten eficazmente en el ministerio pastoral. Queremos decirles que sin su ayuda muchas almas no llegarían a los pies del Salvador y que, al reconocerlo así, queremos que se sientan bienvenidas a este maravilloso servicio. Encontrarán en esta guía orientaciones importantes para continuar desarrollando la obra que el Señor les confió.
Los pastores adventistas se forman, preparan y sirven a centenares de razas, culturas e idiomas diferentes alrededor del mundo. La iglesia debe mostrar respeto hacia las diferentes culturas en medio de las cuales lleva a cabo su misión. Por eso, este manual debe adaptarse a las condiciones locales. Con todo, se necesita de cierta coordinación en los planes y programas pastorales para crear un ministerio unido en todo el campo mundial.
Esta guía se preparó en primer lugar para ayudar a fomentar tal unidad, y ahora se presenta en su forma revisada. Aunque no hay un orden establecido para las ceremonias de la iglesia, es deseable que se mantenga la unidad en el orden general de los servicios religiosos y las formas de adoración. "Pero hágase todo decentemente y con orden" (1 Cor. 14:40).
Culturalmente hablando, la iglesia mundial es multifacética, y por eso la intención de esta guía no es prescribir un modelo rígido, sino más bien proporcionar un modelo general para cada área específica. Pero se sugieren opciones, por lo que el ministro puede elegir las que mejor se adapten a la situación local.
Finalmente, el énfasis de esta guía o de cualquiero otro manual tiende a colocarse en las técnicas. Pero nos apresuramos a enfatizar que nuestra mayor necesidad como ministros no es la de poseer nuevas técnicas, sino la de una renovación de la relación con nuestro Señor que nos dirija a un reavivamiento en nuestros corazones. Esta guía sale a la luz con la oración de que él nos fortalezca espiritualmente y al mismo tiempo nos ayude profesionalmente.
Confiamos en que será de verdadera ayuda para cada ministro adventista. Recomendamos una lectura cuidadosa de todos sus capítulos, especialmente los que tienen que ver con la vida del ministro. La iglesia necesita ministros consagrados y competentes en esta hora de su historia.
Hace varios siglos, Agustín, quien también pastoreó una grey, dejó una síntesis de las tareas de un pastor, que deseamos incluir aquí. Expresándose acerca de los deberes del trabajo pastoral, escribió:
W. Floyd Bresee,
Secretario de la Asociación Ministerial de la
Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día,
1º de septiembre de 1992.
| Abreviatura | Libro |
| CC | El camino a Cristo |
| CN | Conducción del niño |
| CRA | Consejos sobre el régimen alimenticio |
| CSS | Consejos sobre la salud |
| DHH | Dios habla hoy |
| DTG | El Deseado de todas las gentes |
| Ed | La educación |
| Ev | El Evangelismo |
| GC Policy | General Conference Working Policy |
| HAd | El hogar adventista |
| HAp | Los hechos de los apóstoles |
| 1-3 JT | Joyas de los testimonios, tomos 1-3 |
| MB | El ministerio de la bondad |
| MC | El ministerio de curación |
| MI | Manual de la iglesia |
| 2 MS | Mensajes selectos, tomo 2 |
| NAD Policy | North American Division Working Policy |
| OE | Obreros evangélicos |
| PP | Patriarcas y profetas |
| RH | Review and Heraldo |
| SC | Servicio cristiano |
| ST | Signs of the Times |
| 1-7, 9T | Testimonies for the Church, tomos 1-7, 9 |
| TM | Testimonios para los ministros |
El servicio de comunión es una ocasión solemne y de escudriñamiento del corazón, de regocijo y de expectación. Planeado y llevado a cabo en forma adecuada, trae ánimo y renovación espiritual a la congregación. Por lo tanto, la realización de la ceremonia de la comunión es uno de los deberes más sagrados de un pastor o de un anciano. "Todas las cosas relacionadas con este rito deben sugerir una preparación tan perfecta como sea posible… Esta ceremonia no ha de realizarse en forma indiferente" (Ev 205).
El Manual de la iglesia estipula: "En la Iglesia Adventista del Séptimo Día se acostumbra celebral el servicio de comunión una vez por trimestre" (cap. 7). Se necesita poner énfasis en el verbo "se acostumbra". De la declaración de Pablo: "Todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa" (1 Cor. 11:26), se infiere que la Biblia no determina la frecuencia de la comunión.
Además de los servicios religiosos trimestrales en los que se celebra la comunión, puede observarse en ocasiones especiales. Algunas congregaciones planean la comunión para una ocasión especial en un servicio nocturno con velas, o en un servicio de año nuevo, o un servicio religioso especial sólo para los jóvenes. Siempre debería incluirse el rito de la humildad.
El servicio religioso regular de la comunión debería realizarse como parte de la hora de adoración del sábado. Es demasiado importante como para relegarlo a una reunión más pequeña. Limitar la participación en la comunión sólo para los que estén dispuestos a venir a una reunión especialmente convocada, es admitir el fracaso de la iglesia en hacer que este servicio religioso sea significativo para toda la feligresía.
La comunión debería anunciarse por lo menos con una semana de anticipación, de manera que los miembros puedan prepararse y que los diáconos y diaconisas puedan preparar los emblemas y tener listo el equipo.
Los ministros ordenados o los ancianos deberían realizar el servicio de la comunión. Los diáconos los ayudan a distribuir el pan y el jugo de la vid.
El ejemplo de Jesús de incluir a Judas en el servicio donde se instituyó la comunión, demuestra que la participación no debería limitarse sólo a los cristianos ejemplares. "El ejemplo de Cristo pohíbe la exclusividad en la cena del Señor. Es verdad que el pecado abierto excluye a los culpables. Esto lo enseña claramente el Espíritu Santo [1 Cor. 5:11]. Pero, fuera de esto, nadie ha de pronunciar juicio. Dios no ha dejado a los hombres el decir quiénes se han de presentar en estas ocasiones. Porque, ¿quién puede leer el corazón?" (DTG 612).
Pablo dice: "De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor" (1 Cor. 11:27). Sin embargo, Pablo no está hablando de personas indignas que participan, sino de la manera indigna en la cual participan. En el caso de los corintios, esto incluía contiendas amargas (1 Cor. 1:11; 1 Cor. 3:3), facciones en disputa (1 Cor. 1:12,13), embriaguez (1 Cor. 11:21) y el énfasis excesivo puesto en la comunión como una ocasión social.
Señale esto a los que por tener un sentimiento de culpa demasiado exagerado se desaniman de participar. Al anunciar el servicio de la comunión, haga énfasis en la oportunidad que proporciona a los miembros para renovar su fe en Jesús y su comunión con los otros creyentes.
Los adventistas del séptimo día observan una comunión abierta. Los adultos que sienten que han entregado sus vidas a Cristo pueden participar. "Por tanto, pruébese cada uno así mismo, y coma así de aquel pan, y beba de la copa" (1 Cor. 11:28).
Sin embargo, los niños no deberían participar hasta que tengan la madurez necesaria como para recibir la instrucción formal del significado de esta ceremonia religiosa y se entreguen a Cristo por medio del bautismo.
La asistencia a los sábados cuando se celebra la comunión tiende a ser más baja que la de los otros sábados. Algunos ven la comunión como una obligación tediosa más bien que como un privilegio emocionante. Algunos miembros sinceros dejan de venir diciendo: "Ya tomé parte en algún otro lugar". ¿Por qué se sienten las personas cansadas o aburridas con la comunión? He aquí cuatro razones posibles:
¡Cuidado! Cambiar las tradiciones hacia atrás, hacia su propósito espiritual original, es peligroso. La gente se resiste al cambio. Particularmente los cristianos sólidos, responsables, se oponen al cambio. Y sobre todo, se oponen al cambio en la iglesia.
El cambio nunca debe hacerse por consideración al cambio, o a la conveniencia. Debe desanimarse la innovación que tiende a hacer de lo sagrado algo común. Sin embargo, estimule el cambio sí la práctica de su iglesia atrae la atención a la celebración en sí misma más bien que a las enseñanzas espirituales que Jesús se propuso impartir.
Las innovaciones sugeridas en este capítulo y en el Manual de la iglesia (edición de 1990) se proponen estimular el cambio sólo para mantener la comprensión espiritual en forma perdurable por encima de una tradición sin sentido.
Tradicionalmente, el sermón de la comunión se presenta justo antes de separarse para el rito de la humildad. Una variación es dar una breve homilía en ese momento, introduciendo el lavamiento de pies. Guarde el resto del sermón para comenzar la Cena del Señor. Hay dos ventajas: 1. Menos personas dejarán la iglesia en el momento de separarse para el rito de la humildad. El servicio ha sido tan breve que difícilmente han adorado y se sentirán más inclinados a quedarse y participar. 2. Colocando el sermón principal justo antes de impartir el pan y el jugo de la vid, aumentará su impacto espiritual en esa parte del servicio.
El tiempo total del sermón probablemente no debería exceder de diez minutos. La ceremonia de la comunión no es un servicio de predicación. Se sugieren unos pocos pasajes para los sermones de la ceremonia de comunión.
Juan 13:3-17
Mat. 26:26-28
Mar. 14:22-24 – Jesús instituye el lavamiento de los pies.
Luc. 22:19,20 – Jesús instituye la Cena del Señor.
Mat. 16:24 – "Niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame".
Mar. 14:18,19 – "Uno de vosotros… me va a entregar… ¿Seré yo?"
Juan 6:53-56 – "Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros".
1 Cor. 10:16,17 – "Somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan".
1 Cor. 11:23-26 – "La muerte del Señor anunciáis hasta que él venga".
Gál. 6:14 – "El mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo".
1 Ped. 2:21 – "Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo".
Véase también El Deseado de todas las gentes, capítulo 71: "Un Siervo de siervos", y capítulo 72: "Haced esto en memoria de mí".
El lavamiento de los pies es un símbolo poderoso. Algunos son capaces de tomar parte en la Cena del Señor sin haber recibido mucho impacto personal. Pero es prácticamente imposible ofrecer los propios pies para que los laven o arrodillarse y lavar los pies de otro hermano, sin aprender algo acerca de la humildad. Tal vez es por eso que esa parte de la ceremonia es la más difícil para algunos.
No acepte que el lavamiento de los pies en el hogar reemplaza a este rito. Desaliente la realización de este rito entre la escuela sabática y el sermón, relegándolo a una posición inferior. Cualquier falta de énfasis del lavamiento de los pies conduciría en forma gradual hacia la participación única de los emblemas de la comunión. Esto ha sucedido en otras iglesias que en otros tiempos practicaban el rito de la humildad, pero que eventualmente lo descartaron como si fuera inconveniente.
Antes de separarse para el lavamiento de los pies, haga un anuncio apropiado invitando a las visitas a que participen o a que observen. Inste a los miembros para que participen.
Los varones irán a una sala y las damas a otra. Asegúrese de hacer provisión para los discapacitados. Usted puede desear que se reserve una sala para el lavamiento de los pies de las familias. El Manual de la iglesia dice: "En los lugares donde es socialmente aceptable y donde la vestimenta que se usa es tal que no se perderá el recato, se pueden hacer planes para que los esposos, o los padres y sus hijos bautizados compartan entre sí la ceremonia del lavamiento de los pies".
El lavamiento de los pies es un momento para arreglar diferencias, para acercarse a aquellos con quienes hemos disentido, y es necesario enfatizar esto. Esta clase de desavenencias tiene lugar muy a menudo entre los esposos, o entre los padres y sus hijos adolescentes. El día de la comunión puede llegar a ser run momento hermoso para unir la familia.
Sin embargo, no dé énfasis al lavamiento de los pies en familia, para que los que están en la iglesia sin sus cónyuges no se sientan abandonados.
Los diáconos y las diaconisas deberían haber preparado palanganas y agua, preferiblemente calieente. Deberían proporcionarse suficientes toallas, de manera que cada persona tenga una toalla limpia. Debería proporcionarse una vasija, jabóno y agua para que todos puedan lavarse las manos después de la ceremonia.
Pueden entonarse himnos o puede tocarse música de fondo mientras se lavan los pies. Cada participante puede ofrecer una corta oración antes de lavarle los pies al otro. Deberían lavarse los dos pies. Los compañeros a veces concluyen con un abrazao.
Cuando terminan, los participantes vuelven al santuario. Cuando el grupo es pequeño, pueden formar un círculo, unir sus manos, cantar tal vez un himno como "Sagrado es el amor", y orar antes de volver al santuario.
Los diáconos y las diaconisas deberían participar en el servicio del lavamiento de los pies, pero preferiblemente lo deberían hacer antes, tal vez después de colocar los emblemas en la mesa de la Cena del Señor. La congregación no debería esperar a que los diáconos y las diaconisas participen del rito después que han esperado a que los demás participaran. Se pueden perder quince preciosos minutos de adoración si no se planifica bien la transición entre el lavamiento de los pies y la Cena del Señor.
Si el santuario queda vacío durante el lavamiento de los pies, y si se invita a las visitas a que permanezcan en él, entonces debería seguirse algún plan para mantener la reverencia. Se puede tocar múscia y tener un relato para los niños que no son bautizados. Designe a alguien para que presente relatos que ilustren las enseñanzas de la comunión. Haga del servicio de la comunión un momento para que los niños se sientan especialmente incluidos, más bien que negligentemente excluidos.
Inmediatamente después del lavamiento de los pies, que alguien dirija en el canto de un himno, como "Jesús invita hoy", "Hoy venimos" o "El pan de vida soy." Tales cantos crean un espíritu adecuado mientras la congregación se vuelve a reunir en el santuario. El himno también puede servir como el himno que se canta cuando el ministro y los ancianos pasan y ocupan sus lugares en la mesa de la comunión, seguidos por los diáconos, que se sientan en el primer banco.
Los emblemas de la mesa de la comunión deberían estar cubiertos antes y después del servicio religioso. Se colocan servilletas individuales sobre las bandejas que contienen el pan y el jugo de la vid, o todo puede estar cubierto con un mantel. Se puede invitar a dos diaconisas a que se sienten en el primer banco para sacar y más tarde volver a colocar el mantel que cubre los emblemas, aunque esta costumbre no se aplica directamente a la experiencia del aposento alto o a las enseñanzas que Jesús estaba impartiendo.
El ministro, o el anciano que oficia, quita la servilleta que cubre el pan y lee un texto apropiado, como 1 Corintios 11:23,24. La congregación permanece sentada con las cabezas inclinadas, mientras los que están en la plataforma se arrodillan y un anciano pide la bendición de Dios sobre el pan.
Levantándose, el pastor y los ancianos parten simbólicamente una porción de. pan. (Casi todo debió haber sido partido antes de la ceremonia). El pan se le da a los diáconos, quienes lo distribuyen a la congregación.
Cuando los diáconos regresan de servir a la congregación, los ancianos y el pastor se sirven mutuamente. El que oficia repite una frase apropiada, como las palabras de Jesús en 1 Corintios 11:24, y dirige a la congregación a participar del pan, seguido por una oración silenciosa.
El que dirige cubre el pan y quita la cubierta de la bandeja que contiene el jugo de la vid y lee un texto como 1 Corintios 11:25,26. Un anciano ofrece la oración de bendición sobre el jugo de la vid, y se repite el método de distribución. El que dirige repite una frase como las palabras de Jesús en 1 Corintios 11:25, y guía a la congregación a tomar el jugo de la vid, seguido por una oración silenciosa.
Pasan después los diáconos a recoger las copitas y las traen a la mesa donde el que dirige las cubre. Las diaconisas ponen el mantel encima de la mesa.
Si se sigue este método, los diáconos pasan hacia arriba y hacia abajo por los pasillos seis veces, lo que tiende a atraer la atención hacia ellos más bien que hacia las enseñanzas espirituales que hay en la Cena del Señor. Sin embargo, hay un método más breve y sencillo de servir los emblemas sin disminuir nada de su simbolismo espiritual. Los diáconos pueden llevar tanto el pan como el vino en la misma bandeja y servirlos al mismo tiempo. Pueden colocar las bandejas en una mesa especial preparada en la parte de atrás. Las copitas pueden dejarse en los asientos o en el enrejado montado en la parte posterior de los bancos si es que lo tienen. Las oraciones de bendición, la lectura de las Escrituras y la participación de los emblemas pueden seguir el orden acostumbrado. Este método más breve de distribución ayuda a abreviar lo externo y a concentrarse en lo espiritual.
Durante la distribución de los emblemas, tenga alguna música especial centrada alrededor de las enseñanzas de la Cena del Señor. Otras opciones incluyen lecturas bíblicas, testimonios, un himno o música instrumental. Debería transcurrir muy poco tiempo entre el momento en que el adorador recibe los emblemas y participa de ellos.
La comunión siempre debería terminar con un acento sublime. Se han arreglado las diferencias. Se han perdonado los pecados. Se ha restaurado la esperanza. Es tiempo para regocijarse. Termine con una música alegre y brillante, como la que expresan los himnos "A Dios el Padre Celestial"; "Comprado con sangre por Cristo"; o el coro del "Aleluya".
Después del himno final, se despide a la congregación, o por medio de la oración final de bendición o por una oración silenciosa. Al ir saliendo la congregación, los diáconos pueden permanecer en la puerta y recoger una ofrenda para los pobres.
Después de la ceremonia, los diáconos y las diaconisas disponen del pan y del jugo de la vid que sobraron de una manera respetuosa. En ningún caso debe ser comido o bebido.
Se recomienda que nuestras iglesias usen las copas individuales para la comunión. Esto capacita a toda la congregación a participar del jugo de la vid al mismo tiempo, y también provee protección contra posiblems riesgos para la salud, que existen si se usa una copa común.
| Pastor: | "Entramos ahora en un momento de bendición especial". |
| Pueblo: | "Llegamos esperando esa bendición". |
| Pastor: | "Cuando comemos…" |
| Pueblo: | "Recordamos el cuerpo quebrantado de Cristo". |
| Pastor: | "Cuando bebemos…" |
| Pueblo: | "Recordamos la sangre derramada de Cristo". |
| Pastor: | "Revélate ahora a nosotros, Señor nuestro, así como entonces te revelaste a tus discípulos". |
| Pueblo: | "Favorece nuestra mesa con tu presencia y danos un goce anticipado de la fiesta por venir". |
| Todos: | "Venid, porque todo está aparejado". |
🍞 🍞 🍞 🍞 🍞 🍞 🍞 🍞
| Pastor: | "Este es mi cuerpo…" |
| Pueblo: | "Que fue partido por __________". |
🍷 🍷 🍷 🍷 🍷 🍷 🍷 🍷
| Pastor: | "Esta es mi sangre…" |
| Pueblo: | "Que fue derramada por __________". |
En la Cena del Señor sólo debería usarse pan sin levadura y jugo de la vid sin fermentar. Donde sea imposible conseguir uvas, jugo de uva o jugo de uva concentrado, puede usarse el jugo de las pasas. En áreas aisladas donde no se puede conseguir nada de esto, la asociación o la misión proporcionarán consejo o ayuda.
| 1 taza de harina fina de trigo (preferiblemente integral) |
| ¼ cucharadita de sal |
| 2 cucharadas de agua fría |
| ¼ de taza de aceite de oliva o vegetal |
Preparación: Tamice juntas la harina y la sal. Derrame el agua en el aceite, pero no los bata. Añada esto a los ingredientes secos y mézclelos con un tenedor hasta que la harina está humedecida. Tienda todo entre dos hojas de papel de cera hasta el espesor de una masa fina de torta. Colóquela sobre un molde enharinado y márquela con un cuchillo bien afilado en cuadrados de un centímetro y medio aproximadamente, y pinche cada cuadradito a fin de impedir que se hinche. Hornéela a unos 230 grados Centígrados (o 450 Fahrenheit) durante unos 10 a 15 minutos. Observe con cuidado durante los últimos 5 minutos para evitar que se tuesten o quemen. Alcanza para 50 personas.
| 1 taza de harina fina de trigo (preferiblemente integral) |
| ¼ cucharadita de sal |
| 3 cucharadas de aceite vegetal |
| 4½ cucharadas de agua fría |
Preparación: Coloque el aceite en un bol y añádele la sal. Añada lentamente el agua, batiendo constantemente con un tenedor hasta que los ingredientes forman una emulsión blanca y espesa. Añádale rápidamente la harina y mézclelo suavemente en una masa. Coloque la masa sobre una mesa cubierta de harina. Extiéndala vez tras vez con un rodillo de amasar hasta que esté elástica (unos 5 a 6 minutos). Extiéndala hasta que tenga el espesor de una corteza de torta, colóquela en una asadera aceitada, y márquela con un cuchillo en cuadraditos de un centímetro y medio. Póngala en el horno a 200 grados Centígrados (400 Fahrenheit). Déjela que se dore ligeramente, pues así le da un buen sabor.
Consiga uvas buenas, sáquelas del racimo y póngalas a cocinar en una cacerola hasta que llegan al punto de ebullición. Cuélelas con un paño grueso. Luego hágase hervir el jugo durante 15 minutos. Justo antes de que hierva, saque toda la espuma que se levanta. Cuando el jugo está en el punto de ebullición, vacíelo en botellas resistentes que hayan sido esterilizadas y mantenidas calientes, a fin de que puedan recibir el vino caliente sin quebrarse. Llénelas hasta un centímetro del corcho esterilizado, y póngaselo inmediatamente con toda firmeza. Córtese el corcho a ras de la botella, y séllelo con cera. Luego almacénelas aparte en un lugar oscuro y no las muevan innecesariamente.